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Zapatero lascia. Chi al suo posto: la Chacòn o Rubalcaba?

Zapatero ha annunciato, non si ricandida pder il 20212. A chi la successione? Due candidati, secondo El Pais: Carme Chacòn, ministro degli esteri, e il vicepresidente Alfredo Perez Rebulcaba. Seguono i profili dei due:

Chacón: Valor para el futuro, incógnita para el presente

La primera vez que le preguntaron si España estaba preparada para tener a una mujer como presidenta, Chacón se quedó sorprendida. No tanto, sin embargo, como del revuelo que provocó su obvia respuesta: “España no está menos preparada que Chile, Argentina, Brasil, Liberia, India, Alemania, Reino Unido y tantos otros países que tienen o han tenido a mujeres al frente del poder ejecutivo”.

La segunda vez que le hicieron la misma pregunta, Chacón ya traía la contestación aprendida: dijo que, para llegar a La Moncloa, no basta con querer (y nadie duda de que ella quiere), sino que hace falta ser querida. Por los militantes del PSOE y por los votantes, que son quienes deben otorgarle su confianza.

El presidente castellano-manchego, José María Barreda, dijo de ella que es “joven, aunque sobradamente preparada” y que tiene “más futuro que pasado”. Chacón es joven, aunque ya no tanto. Acaba de cumplir 40 años. La edad que tenía Felipe González cuando llego a La Moncloa y Zapatero cuando se convirtió en líder del PSOE. Pero está mejor preparada que los dos citados a su edad; ha sido teniente de alcalde de su localidad natal, Esplugues de Llobregat (Barcelona); vicepresidenta primera del Congreso; ministra de Vivienda y ministra de Defensa, la primera en la historia de España.

Para descartar su candidatura, sus oponentes cuestionan que el PSOE pueda postular a alguien que pertenece a otro partido. Es una malevolencia, ya que Chacón pertenece a la Comisión Ejecutiva del PSOE, aunque es dirigente del PSC, lo que no es lo mismo pero es igual. Tener una silla en Barcelona y otra en Madrid es una forma de estar en dos sitios a la vez. Aunque se corra el riesgo de no estar en ninguno. Parecer catalana en Madrid y madrileña en Cataluña.

Chacón está acostumbrada a convivir con identidades diversas. Su madre es catalana y su padre almeriense. No oculta su admiración por su abuelo, un anarquista aragonés, pero conserva buenos recuerdos del colegio de monjas donde estudió.

También ha demostrado que no se arredra ante las dificultades. Ni su mediana estatura ni su cardiopatía congénita la disuadieron de jugar al baloncesto. Y el embarazo de su primer hijo, Miquel, no le impidió visitar a las tropas en Afganistán, al poco de tomar posesión de la cartera, en abril de 2008.

Chacón formó parte de Nueva Vía, el grupo que aupó a Zapatero a la secretaría general del PSOE y en el que tiene amistades íntimas, como Leire Pajín. En diciembre de 2007 se casó con Miguel Barroso, ex secretario de Estado de Comunicación. Algunos atribuyen a la influencia de su marido su aparente aversión a las ruedas de prensa y su sustitución por la photo opportunity; otros la excusan apelando a la rigidez que impone el cargo.

Sea o no deliberado, Chacón ha logrado mantenerse a resguardo del desgaste y las encuestas del CIS la sitúan de modo persistente como una de las ministras mejor valoradas.

Tras el 22 de mayo se sabrá si, parafraseando a Barreda, Chacón sigue siendo una mujer con más futuro que presente. Para evitarlo, tendrá que saltar a la arena y pelear la sucesión de Zapatero en la dura batalla de las primarias. Ella ha sido de las primeras en pedirlas, pero nunca ha dicho que vaya a presentarse.

Rubalcaba: La esperanza blanca de los barones territoriales del PSOE

En un partido agobiado por los sombríos vaticinios de los sondeos, algunos vislumbran la “alternativa Rubalcaba” como la única esperanza blanca capaz de dar la vuelta a los resultados del 22-M, porque el vicepresidente es el socialista mejor valorado, según el CIS, y porque no necesita presentación, es tan conocido como Zapatero o Rajoy.

Capaz de fabricar los mensajes más cortos y envenenados de cuantos circulan en la refriega parlamentaria, su dialéctica semanal en las sesiones de control ha dejado en nada la figura emergente de la portavoz popular, Soraya Sáenz de Santamaría, que hizo carrera como congresista gracias a sus preguntas de los miércoles a María Teresa Fernández de la Vega.

Rubalcaba apagó la estrella de Sáenz de Santamaría en unas pocas mañanas parlamentarias. En su segunda etapa de portavoz del Gobierno ha encontrado un nuevo estilo de comunicar y ordenar las conferencias de prensa de los viernes. Para contestar a la cuestión que le plantea un periodista es capaz de hacerse a sí mismo otras cinco preguntas para responder lo que quiere. A veces, en las ruedas de prensa más esperadas, Rubalcaba se agarra a su libro de autoyuda: “Si ustedes me preguntan… yo digo, y si me preguntaran, yo diría…”. Y los asistentes al espectáculo de egocentrismo político se quedan perplejos y desconcertados, pero con la hoja llena de titulares.

El PP le considera un diablo. Aunque sabe mucho más por veterano. Fue la voz del último Gobierno de Felipe González (1993-1996), lo que no suma muchos puntos. Fue el mensaje del PSOE en las horas previas al vuelco electoral de marzo de 2004 cuando el PP acusaba a ETA del atentado del 11-M. “Los ciudadanos españoles”, proclamó Rubalcaba, “se merecen un Gobierno que no les mienta, un Gobierno que les diga siempre la verdad”. Un mensaje letal concentrado en seis segundos y 19 palabras que encerró a Rajoy en el sótano por ocho años.

Ahora que suenan tambores de primarias, Rubalcaba debe recordar con cierta desgana que es un consumado perdedor de ese instrumento que los socialistas se han dado para partirse la cara entre fiestas de la democracia. El vicepresidente apoyó a Bono contra Zapatero; y a Trinidad Jiménez contra Tomás Gómez. Sus elecciones siempre fueron desafortunadas. Ahora le toca apostar por sí mismo aunque si alguien le pregunta, sacará su libro de estilo de las conferencias de prensa de los viernes. “Si me preguntaran si deseo competir por el puesto de Zapatero, les diría que no me lo he planteado. Y si me preguntaran si me lo planteo, les diría que aún no lo he pensado…” (respuesta no real sino imaginada).

Sus apuestas perdidas en política no le han apartado de la escalera del poder por la que ha subido peldaños hasta llegar al penúltimo. “Ha llegado a lo más alto desde su competencia, no desde su ambición”, cuentan los que le conocen. Zapatero le aupó cuando le hizo vicepresidente del Gobierno. Aunque Rubalcaba es madridista.

El PP intenta cortarle las alas cada miércoles. Le considera un táctico de la maldad y cómplice de terroristas. Ahora que EL PAÍS ha descubierto todas las actas que ETA escribió sobre las conversaciones con el Gobierno, los populares se le han lanzado al cuello y lo acusan de haber dado un trato de favor ignominioso a los terroristas. Pasan por alto que el mismo que sufre las acometidas del PP por una supuesta colaboración con ETA es quien dirige el departamento que más ha golpeado a los terroristas y que ha acorralado como nunca a la banda criminal, cada día más cerca de su desaparición.

En estos días con rumor a mudanza, o Rubalcaba finge mucho o está desconcertado por las dudas hamletianas de Zapatero. El vicepresidente, químico acostumbrado a prever las consecuencias de cualquier acto, anda confundido y no soporta el festival de elucubraciones sobre el futuro de su jefe.

Hoy le quita el sueño la cuesta abajo por la que transita su partido y se ofusca cuando lee que algunos dirigentes del PSOE pretenden jubilarle con la excusa de que “los abuelos nunca suceden a los nietos”. “El zapaterismo, excluido José Blanco, no quiere a Rubalcaba”, cuentan unos. Al vicepresidente no le importa. Otros muchos, la mayoría del poder autonómico del partido, no albergan dudas: “Es la única alternativa solvente. Tal como estamos, no hay debate posible”.

Hace unas semanas, la fiebre le ingresó unos días en el hospital Gregorio Marañón de Madrid y cundió el desánimo en todos los que le esperan como agua milagrosa de mayo. “En los últimos tiempos ha coqueteado con la idea de retirarse a un plano más tranquilo, con este problema de salud no estará para primarias ni para peleas”, teorizan algunos. Pero en su reducido entorno nadie confirma esa tesis: “Si hay que dar la pelea por el partido, la dará”.

Si me preguntan, no sé, pero contesto, que diría Rubalcaba.

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